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- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 2008-10-03 | [This text should be read in espanol] |
Esto, es un simple, pero sentido homenaje a María; María que está viento, que está cielo, que está estrella. A ella la conocí por unas letras, que no se qué adjetivo colocarles: no sé si son bellas, magníficas, grandiosas o intensas; Nunca la vi, sólo le he leído algunas pocas cosas; quedé perplejo. En todo caso es más de lo que puede explicarse. La Grandísima María, fue una pequeña niña de la ciudad de Bogotá. Ella escribió los versos que al comienzo de éste escrito cito, a la edad de 7 años. Lamentablemente a ella se le fue la vida en este planeta a los trece, cuando se dirigía a de Bogotá a Tunja (mi ciudad natal) en un accidente automovilístico. Pero su recuerdo invariablemente permanecerá entre los que la hemos leído: colombianos y no colombianos, poetas y no poetas. Aunque para éstos últimos, espero les haga reflexionar acerca de su obra misma; por eso digo María, el paradigma del poeta.
“El zapatero no tiene zapatos. El carpintero no tiene madera. La secretaría no tiene secretos. El siquiatra no tiene loquitos. El médico no tiene remedio. La gracia no tiene payaso. Y yo, que tengo un planeta dentro de mi botella, no tengo donde poner mi botella en este planeta” ¿Cómo explicárselo a una niña? Mejor dicho ¿cómo decirte que mi boca, mi puño y mi letra, quedan derrotados, desvanecidos, inmóviles, derrumbados y enmudecidos ante la cicatriz que dejan tus inmensamente intensas letras en las mismas letras (la poesía)? Ver el mundo es fácil. Pero distinguir “sus disímiles formas no es producto únicamente de la experiencia de la vida…” del transito por los años. Yo no lo creía. Es más, pensaba que jamás lo iba a creer. Aunque si lo había pensado… en cierto modo, aún soy muy joven (espero comprendas que es diferente el creer al pensar). Aún no tengo zapatos, madera, secretos, locuras, enfermedades ni payasadas como los que tú sentiste: mis zapatos están más cansados que mis pies y aún no están tan viejos; mi madera no es suficiente para recuperar siquiera un árbol; mis secretos no los he revelado, porque yo mismo no los “re-conozco”; mis locuras no son locuras sino simples manifestaciones de inconformismo (¿inconformismo contra qué?); mis enfermedades son inventadas, me hago el solitario para tratar que me hagan caso y me sientan lastima; mis payasadas son simples recursos de distracción: la apariencia no es sincera, ni con ella misma… Pero, eso no es nada. Lo peor es que crecí y me bebí el mundo que había dentro de mi botella; ahora no tengo botella, ni planeta ¿Cómo explicárselo a una niña?
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