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- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 2004-08-22 | [This text should be read in espanol] |
Por la mañana, a eso de las seis, dos hombres viejos que vestÃan muy sencillamente estaban sentados en un pequeño restaurante al borde de una calle en Yogyakarta. Cada uno de ellos tomaba un café y un trozo pequeño de pastel tradicional de Yogyakarta que se llama Bakwan. ParecÃan disfrutar de su comida y bebida.
Me senté en una silla vieja frente a los hombres y pedà un té caliente, mientras les escuchaba . Al principio, no supe de qué estaban hablando ni lo que hacÃan en su vida. Era como un misterio pequeño que necesitaba una respuesta satisfactoria. Yo intenté escucharlos bien para entender sobre que estaban discutiendo. De pronto, oà al hombre con la camisa negra que preguntaba al otro que llevaba camisa verde: «Me parece que tiene suerte porque ha pasado mucho tiempo en Jakarta, ahi donde vive mucha gente rica que siempre da mucho dinero a los mendigos.» El otro hombre repondió en voz baja y profunda: «Tal vez su opinión sea verdad para los demà s mendigos que tengan suerte, pero no lo es para mÃ.» El dejó de hablar por un momento y después dijo: «He pasado una vida muy triste en Jakarta donde yo iba de un sitio a otro. Por fin, decidà venir aquà para cambiar.» El otro que habÃa preguntado se sintió muy triste a causa de la respuesta de su amigo. Despues, habló con tristeza: «La vida de los mendigos como nosotros es siempre igual por todas partes del paÃs; no es nunca mejor. Mucha gente siempre nos esquiva, porque ellos piensan que nosotros somos muy parezosos para buscar dinero, y que nos gustarÃa una vida mejor sin trabajar.» Me parecÃa que los dos estaban muy tristes. Uno de los hombres vino de Jakarta a Yogyakarta para cambiar su vida. Esperaba que en Yogyakarta, donde hay un lugar famoso que se llama Malioboro, él podrÃa realizar sus sueños. Al contrario, ahora, sabe que la vida de los mendigos en Yogyakarta no es distinta de la vida que Jakarta. Muchos mendigos esperan en las puertas de las tiendas grandes, pero nadie les da mucho dinero. Algunas personas pasan junto a los mendigos sin decir nada. ¡Qué lástima! Cuando acabé de beber, los mendigos tristes estaban todavÃa hablando. Estaban de acuerdo en buscar un lugar donde pudieran ganar más dinero que antes. El mendigo que vino de Jakarta dijo a su amigo de Yogyakarta: «Espero que ganaremos mucho dinero para que podamos comprar comida y bebida para nuestras familias.» El otro repondió: «Espero que sÃ, mi amigo.» Después de un rato en el restaurante pequeño, llamaron al camarero para pagar su comida y bebida, pero, de repente, el camarero dijo: «Ustedes no necesitan pagar. Es gratis para ustedes, porque hoy es mi cumpleaños, y su visita es como un regalo para mÃ.» Los hombres estuvieron sorprendidos al oÃrle. Con una sonrisa en sus labios, dijeron: «¡Muchas gracias y feliz cumpleaños, señor! Esperamos que Dios le bendiga siempre en su vida. ¡Hasta luego!» «De nada y hasta luego!», dijo el camarero. Después salieron del restaurante. Estaba muy seguro de que el cumpleaños del camarero era sólo una mentira. Dijo eso porque sabÃa que los mendigos a veces no tenÃan dinero. Yo sonreà al camarero y él sonrió también. No pasé mucho tiempo en el restaurante. Después de pagar mi bebida, salà del restaurante y volvà a mi pensión, mientras pensaba en los mendigos que habÃa visto. Espero que algùn dÃa Dios les dé una vida mejor y más feliz. !Suerte, mendigos! Yogyakarta, 12 de junio de 2001
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