-¿qué es merecer, mi Dios?
¿me quitas la vida, sólo por que no la merezco?
¡la diste, me la diste, es mía y nunca mencionaste lo de merecer; menos, aún, lo que interpretas tú de la palabra merecer!
y eso de dar con condiciones… ¿qué clase de ser ES?
¿cómo puede dar, para luego quitar intentando justificar?
¡es la vida, ¿no comprende? mi vida, la de ellos, nuestra vida y no puede andar así: quitándola a su antojo, así por que sí, por lo que a usted le parezca mal!
¡veintiséis años amasándome el alma con esto del Dios todo bondad!
¡¿y esto es bondad?! ¡no!, me parece egoísmo, ¡vil egoísmo!, crear criaturas ingenuas, inseguras, para que le teman y le veneren, para que le adoren y rindan pleitesía y mueran creyendo que lo hacen por usted y luego estarán en su reino?!
¡¿qué reino, el reino de los muertos?!
¿tan solo está?
¡¿tan tremendamente solo y aburrido está que recurre a esto: lo del reino, lo de la gloria, lo de la vida eterna; que por lo que veo, si se le antoja, también la podía quitar?!
¡¿no es acaso, terrible, espantoso, abominable y cruel, jugar con la vida de otros?!
¿no le parece?-
-mmm… -alcanzó a escuchar segundos antes de ser revivido, ahí sobre la ruta, después del accidente motociclístico