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- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 2005-07-09 | [This text should be read in espanol] |
El hombre estaba al final del callejón sin salida, en más de un sentido. Estaba alerta, al acecho. Esperaba su presa. Como un animal olfateaba el miedo y la debilidad de su potencial vÃctima. SabÃa también que él a su vez se habÃa convertido en un blanco móvil. Que hacÃa tiempo que él lo perseguÃa y que aquella noche finalizarÃa todo, de un modo o de otro. El tipo pensaba:
-Tal vez fuera mejor que alguien me detenga. Ya no puedo seguir haciendo esto. Pero solo quiero una muerte más antes de morir. Matar es una droga. Me causa placer. Siento los gritos… me maldicen… me suplican… ¡Piden que los mate de una buena vez! Pero me tomo mi tiempo… no tengo apuro. Luego en un éxtasis final, cubierto de su sangre, grito y bailo… ¡todo concluyó! Ahà viene el arrepentimiento… los gritos en mis pesadillas. ¡Ya no puedo arreglarlo! ¡Lo que hice está hecho! Entonces juro que va ser la última vez, que no lo voy a hacer más… que voy a ser un chico bueno. Recuerdo la vez que fui a pedir ayuda a aquel cura. ¡Pobre!... ¡Lo desollé sobre el altar! Tal vez si me apresara la policÃa, podrÃa argumentar que me habÃa poseÃdo el demonio. O cuándo mate a la madre del estúpido que me persigue, pensó que me podÃa ayudar. ¡Y me ayudo! ¡Claro que me ayudo! TodavÃa escucho sus aullidos: -¡No! ¡No…hijo…no!-Mi cuchillo pedÃa sangre- ¡Hijo!... ¡NO! El muy débil pensaba que podÃa conmigo… hacia años me perseguÃa. Yo tenÃa la sensación que si no me habÃa atrapado es por que no querÃa. Estaba eludiendo el encuentro final. Por lo menos hasta aquella noche. Mejor reviso mi arma. El asesino tomó la automática con su mano derecha. Con la izquierda retiró el cargador. Tiró de la corredera, en la recámara no habÃa ningún proyectil. Puso el seguro, y examinó el cargador. Estaba completo. Aunque una sola bala le alcanzarÃa. Colocó el cargador y tiró nuevamente de la corredera. Puso el seguro. Luego con la punta de los dedos acarició el cabo de asta del cuchillo de monte que llevaba entre sus ropas. En el mismo callejón, casi en el mismo lugar estaba el perseguidor. HabÃa terminado de comprobar el estado de su arma. Al tipo lo consumÃa el ardor de la venganza. Su propia madre habÃa muerto a manos de aquel sádico hijo de puta. Y él tuvo la sensación de haber nacido aquella noche; en que su mamá le suplicaba a aquel tipo llamándolo hijo. ¡Hijo! De todas maneras el sujeto le habÃa dado un sentido a su vida. Durante años se preparó para aquel momento. Ahora no se podrÃa escapar… estaba en un "cul de sac". Y le daba la impresión que el turro en realidad deseaba terminar con aquello. Le repugno la idea de estar haciéndole de alguna manera un favor. Pero hoy lo tenÃa que matar. Y mientras pensaba: -Este guacho mató a mi vieja. ¡Nada de capturarlo con vida! Es más… estoy seguro que si no lo ejecuto hoy todo comenzarÃa de nuevo. Tengo que matarlo por el curita, por mi mamá y por tantos otros a los que él no les tuvo compasión. Tengo que matarlo para evitar más muertes… más vÃctimas… más dolor. No me tiene que importar que tuviera una infancia difÃcil. Yo también tuve lo mÃo. Un padre alcohólico y luego ausente. Mi madre… ¡Bueno ya se sabÃa! Luego la calle… las compañÃas pesadas. Mi vida habÃa sido y era ardua. Calculaba que el otro tampoco la tendrÃa fácil. TenÃa que lidiar con sus propios demonios. Yo sabÃa que era un enfermo. Pero… ¡No!... esta vez no. Ya se me habÃa escurrido demasiadas veces de entre mis manos. ¿Tal vez lo hubiera dejado escapar a propósito? ¿Le tenÃa temor? ¿No lo querÃa enfrentar? Como fuera esta noche no tenÃa opciones. Los dos estábamos en el mismo lugar… todo tenÃa que concluir. El vengador tocó la tranquilizadora superficie del arma. El frÃo del metal. El poder que emanaba de tan solo sentir en la mano su peso. El asesino tenÃa el arma en su mano. Cavilaba: -El imbécil cree que puede conmigo. ¡Está loco! Si me llegara a matar es tan solo porque yo lo dejara. Porque quiero terminar con los llantos y los gritos en mis sueños. Con la culpa. Pero… si pudiera atraparlo. Reducirlo y tenerlo a mi merced. PodrÃa estrenar mi cuchillo con él. La hoja me llevó semanas para templarla. Lo podÃa ir mutilando de a poco, mientras le contaba lo que le habÃa hecho a su vieja. Le explicaba lo de los chillidos y los ruegos. Los mismos que darÃa él. ¡Tipo duro! El infeliz no sabÃa lo que era una vida pestilente. Representaba todo lo que yo odiaba de la sociedad… esos estúpidos que no me comprendÃan. ¡Que me rechazaban! ¡Me odiaban! Tanto como yo los odio a ellos. ¡Si pudiera mutilarlos y matarlos a todos malditos orgullosos! Pero vamos por partes… ahora tengo que terminar este asunto. Empuñó con decisión el arma. El cañón apuntando al lugar correcto. El dedo sobre el percutor. En ese preciso instante el otro tomó la misma disposición. La pistola preparada. Apretando el gatillo. Ambos escucharon el estampido. Ambos murieron con esa misma sola bala. |
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