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- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 2008-11-15 | [This text should be read in espanol] |
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. Nunca me habÃa detenido a observar los colores y detalles a lo largo y ancho del sendero que debÃa recorrer diariamente de ida y de vuelta. Solo lo caminaba metida dentro de mis pensamientos. En esa funda que se habÃa vuelto mi mente me solazaba mientras transitaba sin mirar, sin detallar nada a mà alrededor. Era yo mi propio fardo, lo cargaba sin enterarme si pesaba o no. Nunca estimé si era de valor lo que habÃa en esa improvisada maleta, solo hacia el camino. De repente empecé a notar que el tramo que tenÃa recorrer se tornaba cada vez más oscuro. Acostumbrada a la luminosidad del paisaje policromático nunca me di cuenta de su magnÃfica belleza. Jamás antes miré las pequeñas hierbas con sus minúsculas flores como hechas con toques de quién sabe qué mago. Florecitas chiquititas muy parecidas a las margaritas, a los girasoles, a las campanillas. Entre esas hierbas encontré también miniaturas parecidas a algunas variedades de orquÃdeas. ¡Todas eran tan pequeñas, tan hermosas y tan perfectas! Solo hoy cuando empiezo a notar la oscuridad descubro su belleza. A la par tuve consciencia de que lo que cargaba era en gran medida superfluo, baladÃ, pesado, estúpido. Supe también que la oscuridad no se estaba dando porque el Sol ya no fuera más brillante. No. Me di cuenta que mis ojos fÃsicos y los de mi alma no habÃan detallado cómo en la medida que transitaba como un ente, las malas hierbas habÃan crecido apoderándose de cuanto espacio avarientas atrapaban. CubrÃan con saña cuanta rendija estaba dispuesta a dejar pasar algunos hilitos de brillante luz. Asà vi yerbajos tan crecidos que podÃan ser catalogados en la categorÃa de arbustos. Justamente esos fueron los que se apoderaron del espacio y asfixiaron a las pequeñas plantas. Ahora que el daño ha agarrado tanta fuerza, sé del tiempo que ha pasado y durante el cual no hice nada para impedir la infame invasión. Qué desilusión, qué sensación de impotencia, qué ganas de echar a rodar el tiempo de vuelta, desandar los pasos. Y todo cada vez más oscuro, cada vez más tupida la población de yerbajos, cada vez más apropiados y enseñoreados como duendes burlones chupando como vampiros los jugos de la tierra. Alimento que pertenecÃa a las indefensas plantitas que murieron por falta de atención. También se ha oscurecido mi alma. Estoy copada de tristeza infinita. Asà es la vida. Cuando dejamos de hacer nuestros deberes hay almas que tienen la tendencia y la fuerza suficiente para vampirizar a cuantos seres desamparados hallan a su paso. Los indefensos dejados a merced de las penurias, perecen sin una mano tendida, todos a la deriva. Asà como se fue transformando el sendero que hoyaba sin mirar, asà mismo ocurre con todo, con las personas, con los lugares, con los amores, con los procesos y lo más horrible de todo con las ideas y con los sentimientos. Esto puede ocurrirle a cualquiera de los que lean esta nota. Un responso a los pobres ideales muertos por asfixia. Amén. . .
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