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- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 2009-01-22 | [This text should be read in espanol] | “No hay nada tan poderoso como una idea cuyo tiempo ha llegado”. Víctor Hugo. Habrá tiempo para analizar en detalle el discurso de toma de posesión del demócrata Barack Obama como 44º Presidente de los Estados Unidos, y cuatro años para contrastar los resultados de su gobierno con los ideales que potenciaron la llegada de un negro a la Casa Blanca para culminar, como expresara la senadora Dianne Fieldstein, “el camino iniciado [en 1963] en el Memorial de Lincoln [por Martin Luther King]”. Espero que Obama haya leído bien a su Lincoln. Fue el primer republicano que alcanzó la Presidencia y promulgó la abolición de la esclavitud por razones más de realpolitik que de altruismo idealista. Y un Presidente que comprendió que no había relación más importante para su país que aquella con México, el vecino del sur. En 1861 México era una pieza clave para definir el rumbo de la guerra civil que desgarraba a los Estados Unidos. Un bloqueo marítimo de la Confederación obligaría a ésta, en alianza con Francia e Inglaterra, a buscar una salida al algodón para las textileras de estas naciones y recibir pertrechos de guerra, a través del territorio mexicano En México, la agria memoria la guerra de 1846 y la pérdida de las provincias del norte al “destino manifiesto de los yanquis” hacía incierta la postura que el país tomaría hacia los bandos en contienda. Lincoln actuó rápidamente. Apenas una semana después de su toma de posesión, nombró a su viejo amigo y aliado político Thomas Corwin como enviado extraordinario y ministro plenipotenciario a México y a diferencia de otros embajadores de la administración, le ordenó expresamente trasladarse de inmediato y sin demora a su destino. ¿Por qué Corwin? El profesor Jeffery Auer del Oberlin College (a quien cito en este texto), sugiere que no había en Estados Unidos en aquel momento un político mejor calificado para representar a su gobierno en el vecino país. “En los cuarenta, el coloso del norte se había apropiado de la tercera parte del territorio mexicano; en los cincuenta, todos los embajadores acreditados ante la nación despojada fueron sureños, esclavistas, acólitos del destino manifiesto, y ni uno de ellos ajeno a la idea de que otras porciones del territorio mexicano debían integrarse” a las estrellas de Old Glory. Corwin, en cambio, había encabezado la oposición al presidente Polk, a la guerra con México, a la expansión territorial y al esclavismo, desde las filas del partido Whig. En un discurso extraordinario que sin duda retumbó tanto en Palacio Nacional como en el recinto del Senado norteamericano, puso a los intervencionistas en el banquillo de los acusados: “Si yo fuese mexicano les diría, ‘¿No tienen suficiente espacio en su propio país para enterrar a sus muertos? Porque si invaden al mío, ¡los recibiremos con manos sangrientas y sepulcros dispuestos!’” El periodista Horace Greeley reconoció la importancia del nombramiento en el New York Tribune del 13 de marzo de 1861: “En la actual crisis la Embajada en México bien pudiera convertirse en la más importante de todas nuestras relaciones exteriores, y es afortunado que un estadista tan hábil y capaz como el Sr. Corwin haya sido seleccionado para la delicada tarea de contrarrestar en esa región los designios filibusteros de la Confederación”. Corwin recibió instrucciones precisas para garantizar a Benito Juárez la amistad y el apoyo del gobierno de Abraham Lincoln, particularmente frente a la intención confederada de anexar territorio mexicano: “Dará usted seguridades al gobierno de México de que el Presidente no tiene, ni tendrá, simpatía alguna hacia tales designios”. Y para subrayar la importancia que se concedía a las relaciones entre los dos países, la directriz añadía: “Sea observador y utilice todos los recursos a su alcance para contrarrestar cualquier intento de reconocimiento [diplomático] a la Confederación, y asegure a México que la actual organización política en los Estados Unidos es la mejor garantía para su integridad, unidad e independencia”. En una nota personal, el secretario de Estado William Henry Seward dijo a Corwin: “El Presidente confía en que su misión dará garantías al gobierno de México sobre su mejor intención de favorecer su comercio y su desarrollo nacional. Espera, en verdad, que la misión de usted, investida de un espíritu superior al del intercambio comercial y la amistad convencional, desinteresado y sin ambiciones, cabalmente americano en el sentido continental de la palabra, y fraterno en términos ajenos a las apariencias y a las convencionales fórmulas diplomáticas, al tiempo que procure la confianza y la buena voluntad del gobierno de México, inaugurará una nueva etapa de relaciones que conduzca a la prosperidad y felicidad de ambas naciones y en última instancia sea un ejemplo de buenos auspicios para todas las naciones republicanas en el mundo”. Corwin, quien por cierto no hablaba español, en su fuero interno se convirtió en un aliado político de Juárez y el Partido Liberal y ya en agosto de 1861, ante la inminencia de la intervención francesa, española e inglesa, cabildearía para que Washington autorizara préstamos que le permitieran aliviar la presión de sus acreedores europeos. Y cuando Maximiliano se instaló en México, el Ministro hizo evidente por todos los medios el no reconocimiento del gobierno imperial y el mantenimiento de las relaciones con el régimen de Juárez, que el propio Lincoln ratificó en Washington al embajador Romero Rubio. Por su parte la Confederación no se cruzó de brazos. En el mismo año el presidente Jefferson Davis nombró como su representante en México al coronel John Pickett, un joven y encantador soldado de fortuna y filibustero, y le instruyó para ganar a Juárez a la causa sureña –mientras maniobraba para propiciar la anexión del país. En una de sus cartas –interceptada por un agente mexicano de Corwin y puesta en conocimiento de Juárez-, dice a su gobierno: “No creo necesario abundar en las enormes ventajas que la Confederación obtendría de los ilimitados recursos agrícolas y minerales de México, así como de la posesión de la invaluable vía del Istmo de Tehuantepec… Los españoles son ahora nuestros aliados naturales y en alianza con ellos podemos tomar posesión del Golfo de México y llevar a cabo el reparto de este magnífico país”. Esperemos a ver quién será el embajador de Obama. (La semana próxima: King, Obama…) Molcajeteando… ¡No es justo! O el más joven de los Romero Hicks posee los más rápidos reflejos políticos de la comarca, o el cielo le mandó a un(a) consultor(a) de las grandes ligas, o todo fue una perversa estrategia para reposicionar a Guanajuato en el mapa político. El caso es que al igual que el “hoy, hoy, hoy” de Fox, el alcalde hizo de la torpeza virtud y en menos que canta un gallo pasó de la prohibición de los besos a la declaratoria de su ciudad como “la capital del beso”. Ese tal cual no tiene consideración alguna para los columnistas políticos que día a día arrancan una mísera subsistencia de tan menguada profesión. Pienso convocar a una peregrinación de mis colegas al Cerro del Cubilete en donde oraremos para que el Santo Cristo le mande un rayo al aguafiestas. Pero no me voy a quedar con las ganas de echar mi cuarto a espadas. A continuación, la lista de sugerencias que tenía preparada para facilitar a Romero más y mejores bandos municipales, tomadas todas de la tan admirada democracia del norte. Los ediles de cualquier denominación (que hoy en día las diferencias son sólo de nombre) que deseen aplicarlas tienen desde ya mi permiso, con la condición de que no me regateen el crédito: En Nevada, las relaciones sexuales sin condón son ilegales; en Harrisburg, Pennsylvania, es contra la ley mantener relaciones con un camionero en el compartimiento de herramientas; la ciudad de Newcastle, Wyoming, prohíbe la misma actividad en los refrigeradores de las carnicerías y los severos padres de la Patria mantienen en Washington D.C. la prohibición de hacer el amor en cualquier postura que no sea la de cara a cara; el estado de Washington prohíbe el contacto íntimo con una virgen en cualquier circunstancia, ¡incluyendo la noche de bodas! Estados en donde el sexo oral es ilegal y se penaliza: Alabama, Arizona, Florida, Idaho, Kansas, Luisiana, Massachusetts, Minnesota, Mississippi, Georgia, Carolina del Norte y del Sur, Oklahoma, Oregón, Rhode Island, Utah, Virginia y Washington D.C. Estados en donde una erección evidente a través de la ropa (y denunciada, supongo) constituye una infracción: Arizona, Florida, Idaho, Indiana, Massachusetts, Mississippi, Nebraska, Nevada, Nueva York, Ohio, Oklahoma, Oregón, Dakota del Sur, Tennessee, Utah, Vermont, Washington D.C. y Wisconsin. Para quienes crean que es imposible un ridículo mayor que el prohibir los besos, incluyendo los “olímpicos”, ojo a lo siguiente: en Willowdale, Oregón, es un delito que un marido susurre “palabras sucias” a su esposa durante el coito, mientras que en Clinton, Oklahoma, es ilegal masturbarse mientras se observa a una pareja hacer el amor en un auto. Y se pone mejor: la ciudad de Kingsville, Texas, castiga el apareamiento de puercos en el perímetro del aeropuerto; en Fairbanks, Alaska, un bando municipal veda los de alces en las aceras de la ciudad, y en la muy liberal California el condado de Ventura impide que los perros y gatos se hagan el amor (no se especifica si cruzados o con su misma especie) sin un permiso del Cabildo. Servido, señor Alcalde. Profesor – investigador en el Departamento de Ciencias sociales de la UPAEP – Puebla. [email protected] 21/01/09 |
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