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- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 2005-11-08 | [This text should be read in espanol] |
La cosa no funcionaba. Hacia bastante que habÃa dejado de funcionar. Pero Paula tuvo la idea, que tal vez si dábamos unos de esos paseos como antes, algo se podrÃa recomponer. Era extremadamente difÃcil que en un par de horas, se pudieran solucionar desencuentros de años. Pero, ¿Qué se perdÃa con intentarlo?
Estábamos sentados uno frente al otro. Nerviosos. No como cuándo éramos novios, era otro tipo de excitación. PodrÃa llamarse desconcierto, haber convivido tantos años y no conocernos. -Señor ¿Qué le traigo?-el mozo me habló con aire formal. -Dos café con leche… ¿Querés un pebete? -Si-casi musito. -Y un sándwich de jamón cocido y queso, gracias. Estuvimos caminando un buen rato por la avenida principal. Mirando escaparates, y eligiendo dónde ir a tomar algo. Elegimos una pizzerÃa con aire moderno. Profusamente iluminada y con una arquitectura frÃa e impersonal. Cuándo éramos novios, hubiéramos huido de las avenidas, y seguro, que el lugar serÃa más cálido y penumbroso. -Está lindo este lugar. -Si, es tranquilo. -¿Estás cómoda? -Si, vos sabés que yo me arreglo-sonó dubitativa. -No, si no te gusta, vamos a otro lado. Llegó el mozo con el pedido, y lo depósito sobre la mesa. -¡No seas tonto! Estoy bien. No nos vamos a ir ahora… lo que pasa… -¿Qué? -No le encuentro mucho sentido a esto. Otra vez comencé a comparar. Las comparaciones son odiosas. Pero, en otros tiempos, el alba nos encontraba charlando en algún cafetÃn de mala muerte. ¿De que? ¡Quién se acuerda! Seguro que de bueyes perdidos. Pero que importaba, el placer estaba en estirar la charla. En estar con el otro, disfrutar de su compañÃa. Ahora, en cambió, se le notaba la tensión en el rostro. Estaba esperando terminar el emparedado y su café con leche para huir. No hacia ningún esfuerzo para llevar al conversación. -¿Qué te parece si salimos a caminar un rato? -Si, está lindo para caminar. -Lejos de la avenida… -Si, mejor, tanta gente me molesta. Si, siempre le habÃan molestado las aglomeraciones. Los encierros, y las alturas. Más algunas otras manÃas, que yo sistemáticamente pasaba por alto en nombre del amor. Es notable, como ciertas manÃas que resultan hasta risibles, luego de una larga convivencia llegan a ser molestas. Uno no vive pendiente de eso, pero cuándo aparecen piensa: ¡otra vez! -¿Y? ¿Le estás encontrando el sentido? Me miró con ese aire que ponÃa cuándo se pone a la defensiva. -Mirá, no empieces de nuevo con esas bobadas… -¿Te referÃs a abrazarte, besarte? -Creo que ya estamos grandes… -Para esas cosas… -Si. -Tranquila, solo querÃa charlar, disfrutar-la miré un instante, todavÃa estaba tensa-yo se que la cosa ya no va. Solo me pregunto si alguna vez anduvo. El silencio se volvió espeso. La peor respuesta. Sin quererlo entramos en el parque. A esa hora estaba vacÃo y silencioso. Dio la casualidad que estuviéramos cerca de los juegos infantiles. Un tobogán, cuatro subibajas, un carrusel, una calesita y varias hamacas. -La arena se me va a meter en los zapatos. -Mujer, ¡antes caminabas descalza por el pasto!-le dije calmadamente-los sacudÃs un poco después, y listo. Se acercó a una hamaca y se sentó. La luz de la luna daba en su cabellera, aún larga, aún rubia, con algún toque de ceniza. -¿Me quisiste alguna vez?-apremié la respuesta. Otra vez el silencio. Más doloroso que cualquier respuesta. Dudaba. Estaba confundida. -Parece que esto… -No tiene arreglo-terminé la frase. -TodavÃa nos entendemos, porqué no buscamos la manera. -No hay manera. Vos querés algo que yo no puedo darte-se notaba que estaba apesadumbrada-querés volver el tiempo atrás, ser lo que fuimos… no se puede. El desamor es como una casa vieja. Cuándo comienza la reparación, si estás en el tejado, seguro que se revienta una cañerÃa. Y si revisas la lÃnea eléctrica, los problemas surgen en el tendido de gas. -Mirá las estrellas-levanté la vista hacia la luna- y la luna ¡Que hermosa! Miró un instante el cielo. Después me miró, dirÃa casi con lástima. -Se nota que sos un bohemio-me acentuó cada una de las sÃlabas-cuándo lo que importa es el dinero, te ponés a mirar las estrellas. Ya no tengo veinte años para andar mirando las estrellas. -Cuándo te conocÃ, tampoco tenÃas veinte años. -Pero yo creà que eras más… más… -¿Ganador? ¿Comerciante? ¿Adinerado? -Si. Pero no te interesa nada el dinero. Lentamente estaba derivando en lo de siempre. En un rato estarÃamos discutiendo. -Tal vez hubieras necesitado un hombre más arrollador y práctico a tu lado-la miré intencionado-como tu ex, que de paso te molÃa a palos… -¡No tenés necesidad de ser grosero! -Si… perdón. Quedamos en silencio, exhaustos y desalentados. Definitivamente, Paula no habÃa tenido una buena idea. -¡Que lástima! Está tan limpio el cielo, tan linda la noche-hablé por decir algo. -Vamos a casa-se paró-y te cebo unos mates. Me senté en un subibaja. En otras épocas, ella estarÃa en la hamaca y me pedirÃa que la columpiara. Y estarÃamos horas riendo y mirando las estrellas. ¿Qué nos habÃa pasado? -Dale, vamos-me volvió a hablar, desde la salida de los juegos-está cayendo rocÃo. Te vas a resfriar. Era cierto. Sobre los columpios y los otros juegos se podÃa ver una fina capa de agua. Y habÃa refrescado. Al menos tenÃa frÃo. O era mi alma. -Dale… vamos-Ya estaba más lejos. Como siempre, últimamente. Lejos. Me refregué los hombros, y miré de nuevo las estrellas. La luna inmensa y gélida. Me paré y comencé a seguir a la desconocida que me estaba llamando. |
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