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- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 2006-11-13 | [This text should be read in espanol] |
Mi Amigo: El Perro de las Tres Patas
Sin pedigrÃ, hasta sin raza definida, de esos marca "perro", callejero, mirada triste, flaco, revolvedor de basura para saciar el hambre, roedor de huesos, y mendigo de afectos de plaza en plaza. De esos que para calmar la sed toman agua de los charcos. De esos que te siguen por las calles como buscando una caricia o simplemente una mirada. De esos que buscan alguna sombra en el estÃo o un rincón donde acurrucarse en los inviernos. - Ahà me lo encontré en una vereda, con una pata rota, a la sombra de un alero, como pidiendo auxilio. Según algunos niños lo habÃa atropellado un auto que siguió su marcha, como si hubiese pisado una cucaracha. Dolor, sed, hambre, tristeza, miedo, con las orejas gachas. - Me le acerco y me muestra sus colmillos, creyendo que yo aumentarÃa su dolor. - Insisto con mi ademán. - ¡ No te haré daño ! Solo quiero ver lo que te pasa. - Estudió mi voz, paró las orejas, y movió el rabo, una y otra vez. Logré acariciarlo. ¡ ¡ Adiós la desconfianza ! A 100 metros habÃa una veterinaria, lo cargué en mis brazos y allà lo llevé. - ¿ A ver Doctor, que puede hacer por él ? - Tiene una pata quebrada, hay que hacer una placa radiográfica y operarlo, y cuesta 300 pesos. - Pero es un perro callejero, le dije al Doc. Si yo era igual que el perro: solitario y desocupado. Hasta me sentÃa igual, con hambre y necesidades, solo tenÃa 4 pesos. Comprendà al veterinario. Ese perro no tenÃa obra social por no tener un dueño adinerado. - Como si entendiera el diálogo. - Le dio un calmante gratuitamente y me aconsejó que lo tuviera en reposo, que en 15 o 20 dÃas, comenzarÃan sus huesos a soldarse solos, pero sin garantÃa de resultados. - MovÃa la cola y lamÃa mi mano como pidiéndome que no lo abandonara. Eso hice, lo volvà a cargar y lo llevé a mi casa. Tomé una frazada vieja y ahà quedó en un rincón. Aullaba suavemente, no supe si era por el dolor o de agradecimiento. Empecé a entender su lenguaje, creo que decÃa gracias porque movÃa la cola. Y si, quedó luciendo su renguera de la pata trasera derecha. - Comienza allà el diálogo, nos empezábamos a entender. - ¡ No te preocupes, no te dejaré solo ! - Te bautizaré "Potro" Desde entonces compartimos el pan, la soledad y el tiempo. Vaya que fue asÃ, pasaron 15 años. Juntos con dÃas alegres y jornadas calladas. Hasta que una mañana, lo vi inmóvil, quieto, orejas y rabo caÃdos, como gesticulando una sonrisa de agradecimiento y alivio. Por fin tenÃa sus 4 patas sanas, que en ese viaje al cielo de los perros se convirtieron en alas. Ahora está enterrado En el fondo de casa Ahà donde le gustaba Estar bajo la parra. Con un cartel que dice: "Aquà está mi amigo que se llamó Potro el perro de las tres patas" ©Chilicote
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